Ceremonias formales, misas, tocatas, asados, reuniones informativas... durante una semana era la custión, que tenía como broche de oro una fiesta a toda raja.
Veinte minutos buenos de catástrofe a la vieja usanza, con heroicidades anónimas y devenires trágico-épicos, que además significan un broche de oro para el discurso crítico enarbolado hasta entonces.