Si no volviera a escuchar el canto de mi pueblo ni el acento alegre hecho canción qué el son de tus guitarras vigile mi destino guardando el sueño eterno arrullador.
Tragarse un frasco de antidepresivo o de hipotensores le produciría un sueño eterno con apariencia de muerte natural, y eso, definitivamente, era muy simple.