Sin duda alguna, encontraremos resistencia al silencio, pero no podemos prestarle demasiada atención porque nuestros enemigos se envalentonan ante nuestra mirada.
Sólo hay que prestarle atención, recibirlo, escucharlo, incluirlo; sólo es menester estar pendiente de sus calambres admonitorios, de su frialdad, de su serenidad.