Sin embargo estas improvisaciones a veces funcionan y dieron lugar a la mismísima fideuá que nació el día que un cocinero olvidó reponer el stock de arroz.
La malvada presencia ya estaba allí, sonriendo, observando el escenario cubierta por su negra capucha como la mismísima muerte y recitando unas siseantes palabras mágicas.