Los jueces de mesta, en cambio, eran también informadores y al mismo tiempo matones que asesinaban ya fuese a balazos, machetazos, o provocando accidentes mortales en los caminos y montañas.
Otorgando a este principio existencial que nos obliga desplazarnos coherentemente por alguno de los caminos de la esencia, el calificativo de libertad obligada.