Pretenciosos, buscamos leer el destino en la mano, sin querer convencernos de que es ella quien lo escribe, lo garrapatea, lo teclea a golpes o a palpos.
En este sentido, no podemos dejarnos influir por los estímulos desmoralizantes que intentan convencernos de nuestra incapacidad para modificar el presente estado de cosas caótico y destructivo.