En un silencioso paraje de cloaca se escuchan voces, voces moribundas, mortuorias, vivas algunas, vívidas otras, escupidas, en forma y figura de vómito.
Estos viven más como cristianos que tú y tus correligionarios que se han amariconado (con perdón) y se volvieron como señoritos con sus parafernalias protocolizadas mortuorias.