El podernos parece cosa de gente con más de seis décadas sobre sus hombros: las sillas del parlamento han visto posarse muy pocas de nuestras jóvenes asentaderas.
Sus llamadas de vuelo son de tono relativamente alto y característicamente bisílabas, kiwenk, kiwenk, kiwenk...; al posarse, emite otras llamadas, típicamente un krriik.