Los políticos, sin embargo, no tienen necesidad de ser originales (de esto se ocupan los publicitarios), basta que sepan administrar tales trivialidades.
Segundo, debe sentir que no se espera de él charla trivial, que el psicoanalista le llamará la atención, y que el psicoanalista tampoco dice trivialidades.
Y se nos podría preguntar entonces si esto no equivale a confiar en trivialidades sin importancia como si hubiéramos practicado la adivinación por medio de tallos de aquilea.
Rifar el pasado, el presente y el futuro en manos de hombres despiadados que sólo pueden hablar de billetes, trivialidades e inmundicias todo el tiempo.