Le contaban de las luces intermitentes, de los brichos, de los moños rojos, de las esferas de cristal y de los nacimientos que en algunos lugares construían a sus pies.
Precedemos, luego a tejer las trenzas, moños o pelotas a la altura de la oreja para después doblar los y amarrar los con lana del color del enjaretado.
Entonces nosotras resistíamos la niñez entre moños y rosedales mientras ustedes corrían, desenfrenados, como bólidos, hacia las palabras que devenían invocaciones.