En sus divergencias nos permiten tal vez reconocer algo del gozoso azoramiento de aquella mañana, en que fue anunciada la vida cuando se aguardaba la confirmación de la muerte.
Ese desamparo institucional tiene hoy el mismo tamaño del azoramiento que vive el presidente por esta mala jugada de la vida, el tremendo espacio de la impotencia.
Buena parte del azoramiento actual proviene de la incongruencia entre la perfección de nuestras ideas sobre los fenómenos físicos y el retraso escandaloso de las ciencias morales.