Observe sus propios estados emocionales y verá que los instantes de gran júbilo, de gran éxtasis, son impremeditados; ocurren inadvertidamente, de manera misteriosa, secreta.
El tordo lanzaba ininterrumpidos gritos de júbilo, las palomas arrullaban sin cesar, silbaban los mirlos, gorjeaban los pinzones y chirriaban los paros.