Vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos, porque no hemos vivido desordenadamente entre vosotros, ni hemos comido de balde el pan de nadie.
Yo me figuro que los vertiginosos sucesos de esta catástrofe se mezclaron desordenadamente en el alma de aquellos hombres, como le pasó a nuestro diarista.