Todos los átomos que la componen se han mantenido unidos desde la infancia de nuestro planeta, incluso mientras continentes enteros se desgajaban y reorganizaban.
Fueron las numerosas observaciones hechas por la geodesia y la astronomía juntas las que permitieron determinar la posición de los continentes y de las islas.
Debajo de la aparente superficie sólida, traicionaron octanos de materia líquida, que sólo necesitaban expandirse para fragmentar continentes de roca dura.