Él quiere un silencio lleno de gravedad y, en consecuencia, las chocarrerías, las palabras ociosas y las que provocan la risa las condena en todo lugar a reclusión perpetua.
En abril de 2003 fue condenado también, esta vez por dos homicidios, robo calificado y asociación ilícita, a reclusión perpetua (además fue declarado reincidente).