La legislación sobre sustancias estupefacientes o sicotrópicas, que fue enteramente reformada en 2005, no parece adolecer de imprecisiones técnicas, ni se han entregado antecedentes sólidos que lo justifiquen.
Se ha acabado con aquella inquietante concepción, que dominó durante doscientos años, según la cual una sociedad podía ser criticable y transformable, reformada o revolucionada.