En segundo lugar, la desregularización de las actividades públicas que implica la descentralización de los programas gubernamentales (salud, educación, seguridad).
Si fuese posible lograr esa descentralización que hoy preocupa a mentes carentes de previsión, el logro rápidamente tendría por consecuencia los más sanguinarios desórdenes.
La descentralización de 1989 solo fue un espejismo que debe ser corregido a favor de una propuesta de desarrollo local estructuralmente constitucional.