La empatía es genética, constitucional y también contagiosa, de modo que actuar empáticamente puede impulsar a otros a cambiar su egoísta e inseguro mundo interior.
El cruce moderno-posmoderno determina a un sujeto altamente individualista, egoísta y cobarde, que prefiere alienarse a la disarmonía reinante sin generar espacio de reflexión alguna.