Allí crecimos consumiendo con avidez los consejos sabios de los más veteranos, como buscando confirmar nuestras esperanzas o ahuyentar nuestros temores.
Persuadirla osadamente a arrodillarse ante el desamparo de su cuerpo de ramita de naranjo y obsequiarle a su trémula avidez el aguamiel de sus dones incipientes.