Los mínangkabauers juzgan muy inconveniente tiznar o ensuciar la cara del que duerme, pues temen que su alma renuncie a reingresar en un cuerpo así desfigurado.
Preparado el cuerpo, se comunicaba su muerte al pueblo que entraba en un período de luto, tiznando sus caras y realizando diversos actos para demostrar su dolor.