Imagínense a altos ejecutivos de megacompañías mimadas, privilegiadas, frecuentemente subvencionadas y con problemas legales, allí sentados mientras el presidente les rindió pleitesía.
Y este enamoramiento ha persistido a lo largo de los años con la cortesía, delicadeza y absoluta pleitesía sólo posibles en determinados temperamentos poéticos.