Sobrecoge la idea de que los autores podamos por fin adelantar, siquiera por la derecha, a los que hasta ahora eran el non plus ultra del mundillo editorial.
Por fin admiten su arrogancia, prepotencia, fantocheria, avasallamiento, falta de escrupulos, su creencia antidemocratica de que ellos son los non-plus-ultra, los infallibles.