Ha sobrevivido con ese ritmo despacioso que ahora es solemne, una motivación escondida que hubiéramos deseado sondear la; ha suscitado una derivación de sorprendente belleza.
Sin apuro cruza las piernas el equilibristas y se acomoda blandamente sorbe despacioso su café de fin de cuerda sereno, casi sonriente sabiendo que no alcanzará nunca el otro extremo.
Puede que advierta, junto a él, la vaporosa fragilidad de un ciclista (como las mariposas tropicales, su despacioso discurrir abunda en las húmedas arterias ciudadanas riplatenses).