Un peninsular carretonero que se dedicaba a transportar mercancías por encargo de los vecinos de la zona, fue el primero en ver a la vieja después de su misteriosa desaparición.
Por entonces, particulares y el municipio, construyeron algunos aljibes grandes, de donde se abastecían los carretoneros que luego vendían el agua a domicilio.
A quienes realizan las actividades de transporte de carga con medios de tracción animal (carretonero) y arrieros, se les estableció una cuota mínima consolidada mensual de 30 pesos.