La descripción de un buen amontillado podría ser la siguiente: de color ambar-topacio con algunos reflejos verde aceituna, de gran viveza y luminosidad.
Al margen de gustos personales e incluso de cercanías geográficas, como es mi caso, el amontillado reúne todo el saber y todo el embrujo de la zona donde se produce.
El tonel de amontillado, por ejemplo, es una pequeña historia de apariencia común, un cuento que tiene menos de cuatro páginas en el que no hay ningún preámbulo, ningún rodeo.
Los tres meses de consumo preferente solo nos indican el tiempo que tarda en evolucionar hacia los finos viejos primero y hacia los finos amontillados después.