Y es que desde la gradería del frente, donde estaban amontonados todos los aficionados a ritmo de algazara y alaridos, desde el frenesí, el santiaguero se veía difuso, impreciso.
El jefe quedó inmovilizado, mientras a su alrededor restallaban los alaridos, las maldiciones, la saliva y la sangre que pasaron a poblar el aire quieto de la mañana.
Frecuentemente experimenta ataques de terror y de depresión nerviosa, presentando tendencia a la vociferación, los alaridos y la agresividad, con accesos de furia, alucinaciones visuales y auditivas, babas y delirio.
Hay momentos en los que uno, ante tanto pesimismo, se derrumba y ve el horizonte ennegrecido, aunque las oportunidades se desgañiten con arengas y alaridos.