Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Cuentan que las acuarelas le duraban tres días y los embadurnamientos eran tremendos, luego descubrió la magia de las caricuturas y les fue incorporando algunos chistes.