Por eso debemos aceptar que nuestros hijos varones sientan miedo, dolor y debilidad, y a nuestras hijas mujeres permitirles ser activas, rebeldes y exigentes.
Rebelarse nunca ha sido gratis, y la reacción de quienes ven amenazados sus privilegios de explotadores no tiende a ser nada agradable para con los rebeldes.