La propia sabiduría popular, trasuntada en los refranes corrientes, desplaza el valor de la simpatía ingénita bien que subordinándo la a un concepto de azar o suerte.
Es inmutable lo que permanece después de todo cambio, como la materia prima, que es ingénita e incorruptible porque permanece después de toda generación y corrupción.
El régimen colonial contribuyó mucho a acrecentar esos instintos solitarios, y los desengaños sufridos, si no son suficientes para amenguar nuestra lealtad ingénita, bastan para hacernos cautos y recelosos.