Cantor comenzó a considerar como idénticos ambos conceptos allá por septiembre de 1883; empero, no propuso todavía ningún símbolo que sirviera para distinguir unos de otros a los cardinales transfinitos.
Nuestras ansias de libertad artística y nuestros ideales estéticos, llegaron a hacerse tan idénticos, que nuestra amistad llegó a los más dilatados dominios de la excelsitud.