Escritos históricos romanos y trabajo experimental han demostrado que los clavos fueron martillados entre pequeños huesos de las muñecas (carpo), y no por las palmas.
Los arriostramientos (sujeciones que mancomunan a la estructura) se realizan con tableros multilaminados o bien con diagonales de acero, y los clavos fueron reemplazados por tornillos autorroscantes.