Apareció con un escudo, un hacha y un puñado de venablos, pero cuando comenzó a utilizar sus armas, sus flechas pasaron hasta la última por mi lado sin herirme.
Durante dos días, ambos bandos intercambiaron flechas, dardos, piedras, venablos, insultos y provocaciones, volviendo a su campamento por la noche sin llegar al contacto.