Todos vieron, con asombro y miedo, cómo a los urogallos, tras un repentino ruido, les crecían las alas y salían volando hacia el cielo, aleteando con un peculiar estruendo.
Los humanos somos culpables de la desaparición de muchas especies de los ecosistemas y a veces por una depredación excesiva, por ejemplo, el urogallo, el oso, el lince, etc...