Gruñendo, echando espuma por la boca, gañendo, rodaron por la nieve, convertidos en una masa que se movía frenética, salvajemente, de la que se desprendían mechones de pelo.
Pocas veces asistimos al espectáculo de una forma tan clásica, sobria, apolínea, comedida comunicando un contenido tan salvajemente dionisíaco, excesivo y desmesurado.