El maltratador se vale para ello de insultos, acusaciones, amenazas, críticas destructivas, gritos, manipulaciones, silencios, refunfuños, indiferencias, frialdades y desprecios.
Estas manipulaciones daban como resultado un cuerpo esquelético revestido de una piel amarillenta y rostro afilado que conservaban bastante fielmente los rasgos del fallecido.