Las sospechas van en dos direcciones, al ruedo, demasiado blando, lleno de hoyos, o malpensando, a los efectos nocivos que provocan determinadas sustancias prohibidas.
Puestos a malpensar, podríamos deducir que, en realidad, lo que ofrecían los espías estaba bastante lejos de las ambiciones inconfesables de la compañía a la que se insinuaron.