Cualquier proceso isquémico cerebral impide conducir hasta la desaparición de los síntomas y signos neurológicos, variables en su expresión dependiendo de la zona cerebral afectada.
El cuadro suele ser brusco, como consecuencia de un episodio isquémico aislado y el deterioro cursa con brotes pues normalmente ocurren accidentes o microaccidentes repetidos.
Dentro de ellas, las dos principales causas de mortalidad son la cardiopatía isquémica y las enfermedades cerebrovasculares, ocupando la insuficiencia cardíaca el tercer lugar.