El afán de elegancia y afirmación individual mediante el vestido, propio en los años veintes de las elites extranjerizantes, ahora era un rasgo frecuente en las clases medias y obreras.
De ahí el éxito del adjetivo despectivo malinchista, recientemente puesto en circulación por los periódicos para denunciar a todos los contagiados por tendencias extranjerizantes.
Además, los nuevos movimientos políticos, sociales y culturales eran considerados extranjerizantes y antipatrióticos, por trascender los valores nacionales (occidentales y cristianos), relegados frente a los intereses de clase o humanos.