No hay señal del más mínimo respeto, se agreden, lanzan sillas en presencia y muy cerca de los comisionados, adoptan una actitud intimidante, dando portazos y estrellones.
Vencida la vergüenza de los primeros días, cuando tomaba rutas inusuales eludiendo miradas y comentarios, terminé por disfrutar las huellas del estrellón.