Y era así verdad, que un anciano morisco, casi por fuerza, asiéndolos por las esclavinas, los metió en casa, y dio muestras de agasajar los, no morisca, sino cristianamente.
Francisco salió a la logia con la vestimenta papal más elemental: solideo, sotana y esclavina blancas además de lo que parecía ser su humilde cruz pectoral de siempre.