Zelaya incluso designaba a sus funcionarios o edecanes especiales para que le sostuvieran el sombrero, sin dañar el ala ancha, durante los eventos públicos.
Él, edecán enaltecido, enamorado, enrojecido, echaríal efluvio en efusivo estruendo, ensimismado en ella, ejemplo exaltado embullendo ebrio en el exilio enmascarado.
Remarcó que los secretarios de los edecanes tenían planillas donde se registraban las personas que llegaban pero dijo desconocer si esos registros perduran.