La guerra anticapitalista es primordialmente una guerra anticolonial y descolonizadora, es una guerra contra el modelo civilizatorio de la energía fósil, de la desbastadora destrucción y depredadora de la naturaleza.
La agresión afectiva es impulsiva, incontrolada, no planificada, frontal; mientras que la depredadora es orientada a un objetivo, controlada, planificada y oculta.
Esta es la decisión tomada; la ley de consulta inconsulta y depredadora, además de extemporánea, es un dispositivo más en este engranaje entreguista y extractivista.
Ganar terreno al asfalto, confrontar la lógica urbanístico-depredadora en las ciudades, y crear marcos nuevos de socialización es otro de los elementos claves.