Persiguió con ensañamiento a los políticos más importantes que le rodeaban, apoderándose sistemáticamente, tras la defenestración de los mismos, de sus posesiones y riquezas.
Luego vino el desastre: la prisión, la defenestración, el exilio.
Desde aquí mi más sentido homenaje a estos valientes que, aun sabiendo a lo que se arriesgaban, emitieron el programa presuntamente causante de su defenestración.
Los escritores, a expensas de cierta pátina de respetabilidad de que gozan por el solo hecho de ser escritores, parecen algo así como eximidos de esa categórica defenestración.