Además, me dijo, usaba un estilo demasiado culterano (juro que no era así; sé dónde escribo qué, y de mercenario soy muy eficiente), pero ya veríamos qué se podía hacer.
Su obra culterana está saturada de claves, enigmas, alusiones, parábolas y alegorías que aluden a una realidad secreta, íntima y, al mismo tiempo, ambigua.