La rutina: los cuatro se levantaron con parsimonia, se adentraron en el pasaje - - uno de ellos incluso aprovechó para comprar una charamusca - - y vieron pasar la locomotora y los vagones.
El bicho ese que vi aprender a caminar a fuerza de caídas, tropezones y malabares, el mismo bicho que vi para pasar comiendo charamuscas y chocobananos.
Adriana, ya no escucharé tus gritos pidiéndome que salga a jugar, para después en la tarde comprar charamuscas en la tienda, y sentarnos bajo el árbol de almendro.