El octógono, pues, era la síntesis, a la vez, de una disciplina - en este caso caballeresca - de realización espiritual universal y de inspiración eminente en los principios eternos.
Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca.
Es fácil adivinar que la temática representada en los tapices medievales destinados a los nobles y poderosos era especialmente guerrera y caballeresca.