Esto es de una villanía sin límites, poner un símbolo tan atiplado como una ceremonia protocolaria, por encima de las necesidades y los justos reclamos de unos jubilados...
Yo era pequeño, pero ya había algo que no me encajaba cuando, acompañando a las palabras laudatorias, aparecía un abuelo decrépito con tipo de pera y voz atiplada.