Le hizo gracia descubrirse tan hipnotizable, sentir el placer un poco amodorrado de ceder a la imaginación, a los fáciles demonios del calor de mediodía.
Eso sucede porque nuestro sistema nervioso, amodorrado, tarda un tiempo en despabilarse y empezar a enviar deprisa las órdenes que dirigen nuestros músculos.
Entre ese momento, entre esos hermanos y él, toda persona brillante que tuviera algo de chispa, que no estaba amodorrado por la profesión, entró a trabajar en el diario.