Gregorio, en efecto, tenía una planta torera, agitanada, sin afectación, natural, que se distinguía a distancia, aun fuera de la plaza y sin vestir de luces.
Un par de veces lo vi, andaba con chicas raras, marginales, agitanadas, chicas oscuras y silenciosas que cuando nos presentaban quedaban calladas, como recelosas.