Esta representación constituye una transcripción de los enunciados producidos por los hablantes utilizando la ortografía convencional o, dicho en otras palabras, una transliteración.
Con todo, esto se hace con criterios esencialmente gráficos y no fonéticos, de forma que se permita la transliteración inversa, es decir la restitución del original.
En cambio los nombres biblicos cuentan con un detalle peculiar de transcendencia histórica y técnicas complejas y profesionales de traducción y transliteración.